viernes, 9 de abril de 2010

A veces parece ser que la mentira es la salida fácil. No pensamos en ese momento que esa mentira nos llevará a inventar otras para cubrir y sostener la primera.
Mentir tanto que quedaremos encerrados en una gran caja de secretos y falsedades.
Tanto que nos ahogue el hecho de no saber que decir ni cómo actuar para no quemarnos a nosotros mismos, de no poder gritar la verdad sin que nos corten la cabeza.
La mentira nos deja sólos. Cubriéndonos la cara para que no vean qué es realmente lo que pasa. Nos enrieda al punto de quedar pies para arriba con la cabeza enroscada.
Lleva a la culpa. Al odio mismo hacia nuestra propia persona.
Apesta. La mentira apesta.
Significa un esqueleto en el armario. Significa telaraña. Significa verguenza. De lo que somos. De lo que hacemos. De lo que tenemos ganas de hacer.
Mentimos para cubrirnos. Para no demostrar el asco por lo que hemos llegado a convertirnos. Por el límite que hemos llegado a pasar. Por lo que le hemos hecho a otra persona e incluso, a nosotros mismos.
Mentir es herir la mente, el alma. Es corromper la conciencia al punto de matarla.
La engañamos tanto que la confundimos. Destruimos su naturaleza para engañar la culpa. Para creer que no sentimos nada. Que lo que hicimos estuvo bien.
Y puede funcionar por algún tiempo. Pero un día, después de mucho engañarnos, nos damos cuenta de que hemos destruído los límites que alguna vez nos impusimos. No sabemos ya diferenciar lo que está bien de lo que está mal.
He ahí el día en que nos damos asco por lo que somos. He ahí el día en que perdemos los restos de moral que quedaban en nosotros. He ahí el día que olvidamos aquella persona que solíamos ser.
Llegado este punto, podemos tomar dos caminos:
a)Aceptar ese nuevo yo y disfrutarlo al máximo, sin rechazo por las mentiras que lo invaden. Sin un mínimo de culpa por su falta de límites y pudor. Empezar a ser esa persona atrevida y audaz que siempre quisimos ser pero nunca tuvimos las agallas para sostener. O..
b)Darnos cuenta de que esa nueva persona no tiene nada para ofrecernos más que una vida llena de banalidades y excesos que dan un éxtasis momentaneo pero no llenan a la larga y sólo conducen a un futuro repleto de culpa y sufrimiento por acciones pasadas. Y esforzarnos dúramente para recordar cómo solíamos ser, tratar de enmendar viejos errores y volver a marcar los límites. Para nunca volver a pasarlos.

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