Hermosa terapia escribir. Es para mi como descargar mis emociones en palabras y a estas en el teclado. Dejando así lugar sólo para aquello que me llena de paz.
El problema es que a veces vuelco todo aquello que pasa por mi cabeza igual a como surge, dejando a la vista un quilombo de frases incoherentes que la mayoría de las veces trato de eliminar. Porque si intento darles forma o sentido pierden la emoción con la que nacieron.
Tengo una cabecita desordenada. A veces esto me gusta, a veces no.
En los momentos más absurdos aparecen atrás de mi frente historias sin sentido para otros, pero mágicas para mi.
No me siento a inventar incoherencias, me siento a respirar en el asiento del micro y simplemente llega a mi cabeza una frase que muta a otra cosa o un extraño cuento de desconsuelos entre el nene que grita a mi lado y su mamá.
A veces esto me gusta, a veces no.
Ya no disfruto inventando historias conmigo como protagonista. No estoy conforme con mi vida, estoy feliz con ella. Ya no necesito escapar por el mundo sin valija cuando me angustio. Ahora sólo escribo. Escribo lo que me produce mirarla a mamá. Escribo el desperdicio de ver a un enamorado hablar por teléfono malgastando su sonrisa en los que lo vemos desde este lado de la línea.
Pero todavía me preocupa no poder expresar plenamente en palabras lo que me produce en el cuerpo lo que veo cuando me vienen las ideas a la cabeza.
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