sábado, 24 de julio de 2010

D

Me da bastante odio que Norah me tranquilice. Porque al mismo tiempo tengo a Dalila haciendo un nudo con mi garganta. Me enoja que Dalila me haga llorar y saber que no tengo que reprimirla más.
Como buena idiota di por sentado muchas cosas que se iban a ir. Como flor de estúpida me imagine un futuro diferente con gente diferente, con un propósito diferente.
Pero al final de cada sábado me doy cuenta que no nací para hacer lo que hago y que voy a tratar durante toda mi vida que lo sea. Voy a seguir intentando hacerme a la idea de que todo va a salir bien, que Dalila va a dejar de llorar y que la espalda va a dejar de dolerme.
Vale la pena este esfuerzo porque doy lo que sea por minutos en los que rie. Porque quiero demostrarle que la amo y que es a la única a la que no me aterra decírselo.
Y sé que en un par de horas voy a estar riendo con mis amigas y voy a haber olvidado este momento de frustración. Pero es en estas conversaciones con ella en las que libero todo lo malo para hacerle espacio a la felicidad. Es el momento que le dedico a la más fea de mis personalidades para enojarse tranquila y disfrutar de un cachetazo de sinceridad. Para que Dalila se de cuenta que no es tan fácil ser ella pero que vale la pena cada lágrima.

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