jueves, 5 de agosto de 2010

Viaje en Balsa

En el medio de la desesperación me escape a tierras lejanas en las que había un brujo que prometió curarme. Luego volé a otro país, me encontré con mi hermano que tomo un tren conmigo y me llevó a casa de mis padres.
Me encontré a la deriva en medio del oceano sobre una balsa que me balanceaba llevándome de costa en costa durante la tormenta, encontrando diversas botellas de vidrios de colores y que chocaban con mi cabeza dejando caer de mi pelo montañas de arena con cada golpe.
Pero un día, el cielo se despejó y la balsa me arrojó suavemente en mi tierra natal. Allí descubrí que el paisaje se había vuelto mucho más hermoso y mi ciudad había sido pintada de verde.
El mago, la balsa y las botellas, e incluso la tormenta, habían logrado que mi visión fuera ahora diferente. Ya no tenía tampoco la armadura de plata manchada con la que me había marchado, no. Ahora mi ropa era una simple y liviana túnica blanca que me dejaba bailar.
Pero lo que no me di cuenta en mi regreso, fue que mi sacudón tiró casas ajenas, y que mi túnica no hacía más que mantenerme desprotejida de los tiros de las armas de mis enemigos.
Que el mundo no había cambiado conmigo y que la pintura verde no hacía más que disimular las roturas de las paredes. La casa de mis padres estaba más abierta que nunca, y mi hermano me esperaba, como siempre, con los brazos abiertos. Pero hay ahora otras puertas cerradas que todavía no se abrieron para que entre.
Y aunque esto me parezca triste y no me deje dormir algunas veces, pasaré la noche en vela en las casas de aquellos que me han recibido de mi viaje en balsa con una fiesta.

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