Araño se acerca a la araña, dispuesto a la hazaña, y dándose maña la va envolviendo, poquito a poco, en los hilos de seda de la telaraña. Mientras acaricia su cuerpo de terciopelo y le hace cosquillas y la abraza con sus ocho brazos, el araño ata a la araña, la ata bien atada: si no la ata, ella lo devora después de hacer el amor.
Al araño no le gusta nada esta costumbre de la araña, de modo que ama y huye antes de que la prisionera se libere y le clave el aguijón.
¿Quién entiende al araño? Se ha salvado de ser comido; pero ahora, que está lejos de su saña, extraña a la araña.
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