sábado, 24 de julio de 2010

D

Me da bastante odio que Norah me tranquilice. Porque al mismo tiempo tengo a Dalila haciendo un nudo con mi garganta. Me enoja que Dalila me haga llorar y saber que no tengo que reprimirla más.
Como buena idiota di por sentado muchas cosas que se iban a ir. Como flor de estúpida me imagine un futuro diferente con gente diferente, con un propósito diferente.
Pero al final de cada sábado me doy cuenta que no nací para hacer lo que hago y que voy a tratar durante toda mi vida que lo sea. Voy a seguir intentando hacerme a la idea de que todo va a salir bien, que Dalila va a dejar de llorar y que la espalda va a dejar de dolerme.
Vale la pena este esfuerzo porque doy lo que sea por minutos en los que rie. Porque quiero demostrarle que la amo y que es a la única a la que no me aterra decírselo.
Y sé que en un par de horas voy a estar riendo con mis amigas y voy a haber olvidado este momento de frustración. Pero es en estas conversaciones con ella en las que libero todo lo malo para hacerle espacio a la felicidad. Es el momento que le dedico a la más fea de mis personalidades para enojarse tranquila y disfrutar de un cachetazo de sinceridad. Para que Dalila se de cuenta que no es tan fácil ser ella pero que vale la pena cada lágrima.

sábado, 17 de julio de 2010

Mamá

Hay algo en una pintora que no comprendo.
Ella pinta, pinta la paja en la silla haciendo nuevas líneas, contrarias a las que indicaría el modelo: Este consta de dos sillas, una tirada, una valija antigua, trapos y juguetes. No veo la magia en estos objetos, no puedo entender lo que he sentido en otros momentos. Sin embargo ella lo mira con fascinación, como si en pintar la expresión de esa muñeca se le fuera la vida.
Este modelo no me significa nada.
Pero he sentido esa inspiración cientos de veces en su taller. Colma el ambiente a tal punto que podría ser tangible. En esos momentos, al entrar a su refugio por la mañana o por la tarde, puedo oler el humo de sus cigarrillos y escuchar a la negra de fondo. Hay en el taller de mamá un calor especial que hace que los rayos de sol entren más naranjas por el techo. Pero todo esto se duplica al subir las escaleras: verla sentada frente a su tela mirando apasionada el centro de la composición y rápidamente dirigir la mirada al modelo, levantando el pincel a su vez, para luego volver rápidamente a la pintura y continuar con su labor... Hay algo en esa magia que la mantiene atrapada, tan concentrada que le toma un par de minutos darse cuenta de mi presencia y así mirarme por encima de sus anteojos rosas, muy seriamente.
Esperando el momento en que mira el bastidor, me atrevo a cruzar por su lado, sentarme detrás suyo y pedirle permiso para poner su disco de Clapton.
Hay algo de mi madre que no comprendo. Pero es en esos momentos en los que la leo entre líneas. Es entonces, cuando el aire va secando su sangre en el lienzo que la comprendo. Cuando la siento tan profundamente mi madre y comprendo cuán fruto de su vientre soy--

miércoles, 14 de julio de 2010

Una joven en el micro. Tiene los auriculares puestos. Es de mañana y se ha levantado enferma.
El chofer para. Sube un joven de bufanda a cuadros roja. Mira a la joven fíjamente y paga el boleto. Se acerca a ella. Esta lo mira desafiante y él se sienta detrás suyo.
Sube otro joven de cardigan. Mira fíjamente a la joven y paga el boleto. Se acerca a ella. Esta lo mira intrigada y él se inclina para besarla. Ella le pega.
El joven de bufanda se levanta, la besa en la boca y luego hace lo mismo con el joven de cárdigan.
Los tres están ahora infectados-

Juana y Juano

Una princesa y un mendigo sentados juntos en la vereda.
El mendigo ríe con ella. Sabe que ella será siempre su mejor amiga. Se quieren, se divierten, se disfrutan.
Pero él no sabe que ella ha encontrado ya su príncipe, y que deberá dejarlo para vivir en su blanco palacio.
Él sigue mirándola, con tanto amor como cabe en su cuerpo. Es su amiga, es su mejor compañera. No sospecha lo que pasa por su cabeza. No sabe que ella ya está enamorada.
La princesa mira la calle. Ve en el reflejo de un charco cómo se acerca su carrusel. Sin levantar la cabeza se cubre el rostro con ambas manos y comienza a llorar.
El mendigo calla y la mira. El cochero no la ve por las lágrimas en sus ojos y sigue de largo. Entonces ella levanta el rostro, lo mira al mendigo. Mira a su mejor amigo. Mira a su príncipe y exclama: ¡He encontrado a mi sapo!
Se besan.

sábado, 3 de julio de 2010

¿Inseguridad?

Creemos que nos da odio que alguien piense diferente, que estén en contra de algo que nosotros sostenemos fervientemente y no podemos ver de otro modo, de otro lado.
Nos enojamos, pataleamos, gritamos y no logramos entender las "incoherencias" que dice el resto ¿Acaso son idiotas? ¿Es que no ven cuán equivocados estan? ¿No logran ver que nuestros argumentos son claros y convincentes?
Sin embargo, seguimos peleando. No es porque quieran llevarnos la contra, es sólo que ellos están en el mismo lugar que nosotros. No entienden cómo podemos pensar lo que pensamos, tener las creencias que tenemos.
En realidad no nos da odio, nos da PÁNICO. Nos aterra darnos cuenta que no tenemos modo de comprobar aquello que creemos. No hay algo que nos asegure un 100% que tenemos la razón.
Pero no podemos ver tampoco que somos sólo seres inseguros, ingenuos, que creemos sólo lo que vimos o nos enseñaron.
Somos seres insignificantes con complejo de grandeza, porque realmente creemos que los secretos del mundo están en nuestra cabeza.