viernes, 5 de marzo de 2010

es una fiesta sorpresa que nos damos a nosotras mismas. A las heridas amorosas que se curan, que ya no duelen, que se cierran, hay que tomarlas así: con reverencia. Sucede un día, después de andar penando quién sabe cómo y cuánto. Nos habíamos quedado lastimadas, como frutas que alguien muerde y después decide no come. Como flores arrancadas de su tallo, como cuentas de un collar desenhebrado. Y sucede de improviso -quizá porque ya pasó el tiempo, quizá porque somos sabias...- que pensamos en él o que lo vemos, y es... un hombre, un hombre a secas, un hombre que ya no nos conmueve. Lo comprendemos con la mente, pero también con el corazón y necesariamente con las uñas, y las palmas de las manos y las rodillas y la piel del vientre: hay cicatriz allí donde antes hubo herida. Capítulo cerrado. Libro leído. Lección aprendida. Flor en su tallo. Fruta intacta.



(nome acuerdo de dónde lo saque)

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