miércoles, 9 de febrero de 2011

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Un sollozo. Dos sollozos. Me senté en el piso y cerré la ducha. Me abracé las rodillas. Una aguja, dos agujas. Tres. Abrí la ducha. Me miré los pies. Me quemaban los pies. Me di vuelta para quemarme la cara. Cerré la ducha. Un segundo. Tres gotas y otro sollozo. Me miré los pies. Las gotas que caían por un mechón de pelo. Y pensé. Sin llorar. Duelo. Culpa. Odio. Hambre. Una aguja, dos agujas. Tres. Cuatro. Abrí la ducha. Me paré. Me quemé la cara. Me peiné otra vez. Salí. No me miré en el espejo y me fui.
Otra aguja.